Era mi tercer año en la cárcel. Acostada en mi cama contemplaba la foto de Juan Pablo II, era un periódico chamuscado, mal recortado, pegado al muro. Pensaba en cuántos años habían pasado desde que ese viejito con ojos cansados habia muerto y cuántos más me quedaban en la carcel, contemplando aquel muro desnudo y cacarizo, pase a niveles subconcientes de sueño y realidad (asi es como suelo llamarle) , pensaba en personas que me pudieron a ver estado esperando afuera.
El pequeño y tierno Jorge haciendo el mejor pastel de lodo, con velitas en la parte de arriba, era el mejor pastel del mundo entero--pense, y una sonrisa cálida apareció en mi rostro--, recordaba que eran las velas lo que lo hacían aun más especial, las velas sólo eran 3 lombrices de agua puerca, la voz de Jorge, era una voz de recuerdos de alcoba vieja, con todos esos cachivaches inservibles, y la palanca para jalar y llevarse todos eso recuerdos eran mis ojos con todas gotas saladas; su vocesita unicolor a veces verde y a veces blanca, Jorge diciendo
-” Felices 3 años Mamá.”
Luego en Arturo, levantandose a las 6 de la mañana, susurrándome al oído:
-”Tengo 30 minutos antes de irme al trabajo, nos echamos un rapidín?”
O el mero en esas fiestas en casa de Sara, en las reuniones de la high class, como diría él, poniendo sus manos en mis nalgas, disimuladamente, sin muchos mirones más que los niños que tenían el alcance absoluto de esas buenas alturas, y mi cara color vino tinto, así era: color vino tinto, Arturo tenía un afición por describir los colores de una forma poco común, nunca lo cuestione acerca de su maña, pero siempre me pregunte por qeu lo hacia, me gustaria adivinar que era por qorque era un ente sexual y pasional; y ese soplido en los oidos que siempre me daba, me calentaban, ardia como una flama, me enfermaba, me ponia malita; susurrandome al oido, .
-”No te pongas nerviosa que mi suegrita se las sabe.”.
Todo en este cuarto es triste, inclusibe mis compañeras de celda, Mercedes dormía en una cama del lado izquierdo, le gustaba dormir abrazada de una almohada y una cajetilla de cigarros en una mano, decía que la almohada era para recordar al desgraciado de su viejo en sus noches de honey moon y los cigarrillos para que nadie se los volara por la mañana, que ya estaba harta de ser la zonza proveedora de cigarros por free, pero más bien yo la cachaba en sus ataques de nicotina, prendiendo un cigarro tras otro a media noche, temblando y llorando discretamente.
Raquel dormía en la parte de de abajo de mi litera, nunca supe mucho de ella, quizás por que siempre estaba ella abajo y yo arriba en mis asuntos, sabía de ella por terceras personas, fue una veddet muy reconocida en Argentina y llegó a la carcel por un crimen pasional, en las noches no hacia nigun ruido, nisiquiera de sabanas incomodas.
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