Las 7 de la mañana afuera de la estación de trenes Roma, 12 kilos en la espalda que rompen no solo una espalda, sino también con todas las esperanzas de recorrer Roma en tres días; los pies una vez más, son los esclavos de los berrinches. “Pies, necesito ir al baño; Pies, necesito ir al hostal; Pies, necesito recorrer Roma en tres días”. La fatiga de tales bases corporales, nunca se disgustan con tal patrona en materia, pretenden ser leales a las ordenes transversas, el sueldo era justo para ellos: un buen descanso por las noches, un baño diario, crema y por favor no se le olvide la rasurada cada tres días.
“Señor me da un ticket para el bus!” Primer error entrando en territorio extranjero, la lengua. Clases de lengua por Villa: Auméntale a todos los verbos y lo que se pueda un “re”. “Señóre me darére un ticket paráre el busére”. Segundo error: No intentes hablar como homo sapiens italiano, pueden robar tu monedero con escasos euros dentro. Negarse a cometer un tercer error suena mas apreciable ; el ingenio mexicano sale a relucir en circunstancias ajenas, tomar el bus sin pagar puede ser una benévola opción.
La puerta del edificio se ve bastante decente, se percibe sobria al instante. En el interfon se ven ya varios nombres de personas viviendo ahí, debajo del señor Berlusconi se ven en letras desalineadas: “Welcome to the Pink Floyd Hostal”. Una banda inglesa de rock progresivo induce a querer encontrar una cama en forma de guitarra 70entera, muros del cuarto con caluroso recibimiento, pósters de la banda, por tan solo 10 euros la noche.
Son las 8 de la mañana ya enfrente de la puerta del Pink Floyd, se toca 3 veces y sale un señor en sus 50 con una peluca tipo Pirrurrís, lleva unos shorts color aqua, una playera de tirantes color naranja y una cadena de oro sobre del cuello; insomnio debajo de sus ojos, entre abiertos y una voz muy queda casi inexistente. Se le entiende con una señal de mano, empalmándola, abriéndola y cerrándola, eso significa un “pásenle”. Un pasillo largo y obscuro, en un extremo se ve un lavabo con dos puertas que imaginó yo, son los escusados, del otro extremo una luz tenue, nos hace seguirla, es un cuarto de 6 metros por 3, 7 literas y 14 personas en ellas durmiendo o tratando por lo menos. El señor hace una cuenta con los dedos, voltea a ver a los 14 cuerpos acostados, con sus ojos trasnochados, nos hace un signo de “espera” y deja el cuarto a pasos pequeños. Hay una chica a un lado mió, la contempló como una obra de arte, ella abre sus ojos y me descubre espiándola, finjo dehemencia o en este caso desconcierto.
En el otro extremo del pasillo, en uno de los escusados se escucha un conjunto de tos desquiciada, empieza como la tos con la que te acomodas una voz ronca y termina con una tos asfixiante y clemente. El señor empieza hablar con su voz inexistente, en ingles, nos dice que no hay plazas todavía, nos ofrece dejar nuestras maletas y regresar un poco mas tarde para que hagamos el famoso “check in”; después de semejante viajecito, uno quiere reposar sus nalgas en alguna base plana u ondulada, pasamos hacia la cocina y en el ínter de transición, se ve en uno de los escusados a un hombre gordo sentado, con tanga, que nunca supe si lo fue, porque sus múltiples lonjas cubrían la parte baja de su cuerpo, estaba recargado en el lavabo vomitando y con la puerta abierta sin pudor, había dejado de toser y se encontraba como en estado inconsciente o por lo menos dormido ya se veía. El señor se adelanto y nos hizo a un lado cerrando las puerta, para darle privacidad al sujeto, nos sonrríe como sí eso fuera inusual el Pink. La influenza no era nada a lado de ese individuo que debían de poner en cuarentena por unos 40 años. Después de semejante show y un baño que no jalaba la shit, decidimos dejar al destino y la experiencia de viajeros quedarnos ahí, por 10 euros no íbamos a encontrar algo mejor o peor; al final el hombre no era tan extraño, tenía una hija de 7 años que me enseño los colores en italiano y unas cuantas frases coquetas para romper el hielo.
Lo reconozco el Pink fue muy Floyd.
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